La guerra de Israel saboteó la diplomacia; Estados Unidos puede revivirla
Artículo publicado en el Financial Times por el Excelentísimo Ministro de Asuntos Exteriores de la República Islámica de Irán, Dr. Abbas Araghchi
En tan solo cinco reuniones, a lo largo de nueve semanas, el enviado especial de Estados Unidos, Steve Witkoff, y yo logramos más de lo que se consiguió en cuatro años de negociaciones nucleares con la fallida administración de Biden. Nos encontrábamos al borde de un avance histórico.
Con el propósito de abordar la principal discrepancia —es decir, las inquietudes de Estados Unidos respecto a una presunta desviación futura del programa nuclear pacífico de Irán—, sostuvimos diálogos implícitos y detallados, incluso sobre el porvenir del enriquecimiento de uranio iraní. Se presentaron diversas soluciones mutuamente beneficiosas, propuestas por ambas partes y con la mediación de Omán.
De igual importancia, también nos enfocamos en la terminación de las sanciones y la participación de Estados Unidos en una cooperación económica más amplia que podría representar una oportunidad de un billón de dólares. Irán estaba dispuesto a una colaboración recíprocamente ventajosa que impulsara la economía iraní y, de esta manera, materializara la prioridad del presidente estadounidense Donald Trump de revertir el proceso de desindustrialización y revivir industrias estadounidenses en declive, como el sector de la energía nuclear.
La situación progresaba con un intercambio constante de mensajes. Sin embargo, solo 48 horas antes de la sexta reunión decisiva en Omán, el régimen sionista lanzó un ataque no provocado contra mi país. Además de las instalaciones nucleares salvaguardadas, fueron bombardeadas zonas residenciales, hospitales, infraestructuras energéticas esenciales e incluso prisiones. Asimismo, se perpetraron cobardes atentados, entre ellos el despiadado asesinato de profesores universitarios junto a los miembros de sus familias. Esta atroz agresión constituyó una profunda traición a la diplomacia. Mientras el diálogo entre Irán y Estados Unidos finalmente ganaba impulso, el bombardeo atroz y salvaje envió un mensaje inequívoco: Israel prefiere la guerra a la resolución pacífica de los conflictos.
El régimen sionista recurrió nuevamente a la mentira y la falsedad, alegando que sus ataques aéreos tenían como objetivo evitar que Irán desarrollara armas nucleares. No obstante, la realidad era otra: Irán, como uno de los fundadores signatarios del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), siempre ha mantenido el carácter pacífico de su programa nuclear bajo la supervisión de la ONU.
Como cualquier nación digna, Irán resistió contundentemente la agresión del régimen sionista hasta que este se vio obligado a suplicar al presidente Trump para poner fin a la guerra que había iniciado.
Debe quedar claro que Irán, tras el error cometido por la otra parte, ahora actúa con doble cautela. Nuestro compromiso de proceder con responsabilidad para evitar una guerra regional a gran escala no debe interpretarse como un signo de debilidad. Defenderemos nuestro territorio con toda la fuerza ante cualquier futuro ataque. Y si llegara el día, revelaremos nuestras verdaderas capacidades para disipar cualquier ilusión sobre el poder de Irán.
Resulta innecesario explicar que los progresos logrados en cinco rondas de conversaciones entre Irán y Estados Unidos fueron saboteados, no por Irán, sino por un supuesto aliado de Estados Unidos. Esto, por sí solo, habla de la destructiva decisión de Estados Unidos de ceder a las presiones y violar el derecho internacional y el TNP con sus bombardeos a las instalaciones nucleares bajo sus propias salvaguardias.
Aunque Irán ha recibido en los últimos días mensajes que indican que Estados Unidos podría estar dispuesto a retomar la vía de las negociaciones, surge la pregunta: ¿cómo podemos confiar en una nueva interacción? Es preciso recordar que Irán firmó un acuerdo nuclear integral con seis países en 2015, incluido Estados Unidos, y Washington lo abrogó unilateralmente tres años después. Además, después de aceptar el inicio de nuevas negociaciones de buena fe por parte de Irán, nuestra buena voluntad fue respondida con un ataque de dos ejércitos poseedores de armas nucleares.
Si bien Irán mantiene su interés en la diplomacia conforme a sus principios establecidos, tenemos considerables razones para desconfiar de la continuación del diálogo con Estados Unidos. Si existe un deseo de resolver esto amistosamente, Estados Unidos debería mostrar una genuina disposición para un acuerdo equitativo y justo. Washington también debería saber que sus acciones en las últimas semanas han alterado completamente la situación y las circunstancias.
Los iraníes jamás aceptarán rendirse. Irán es una civilización milenaria que ha superado innumerables invasiones, emergiendo más fuerte en cada ocasión. Siempre hemos preferido la paz, pero siempre hemos sido nosotros quienes hemos decidido cuándo y cómo termina la agresión contra nuestro pueblo. Como han demostrado los errores de cálculo del régimen israelí, los iraníes se mantienen unidos y cohesionados frente a los agresores.
Las negociaciones que se desarrollan bajo la sombra de la guerra son inherentemente inestables, y el diálogo que se persigue en medio de amenazas nunca será genuino. Para que la diplomacia tenga éxito, debe cimentarse en el respeto mutuo y garantizar los intereses de ambas partes. Es igualmente crucial que la diplomacia no sea continuamente socavada y destruida por terceros que temen alcanzar una solución. El pueblo estadounidense merece saber que su país está siendo empujado hacia una guerra totalmente evitable e injustificada por un régimen extranjero que no se preocupa por sus intereses. Estados Unidos debe saber que la agresión ha hecho que nuestros científicos y sus logros sean más apreciados para nosotros que nunca.
La promesa de Trump de "Estados Unidos Primero" se ha distorsionado y, en la práctica, se ha convertido en "Israel Primero". Habiendo experimentado el sacrificio de miles de vidas estadounidenses y el derroche de billones de dólares de sus contribuyentes en nuestra región, los estadounidenses parecen estar suficientemente conscientes de esta tendencia destructiva.
El camino hacia la paz requiere un reconocimiento de que los encargados de la toma de decisiones comprendan que el diálogo respetuoso, y no la coerción imprudente, es el único sendero sostenible a seguir.
La elección final es de Estados Unidos. ¿Optará finalmente Estados Unidos por la diplomacia? ¿O seguirá atrapado en una guerra ajena?